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Vagabundos del mar

Este post es la traducción de un artículo que escribí en inglés, en 2012, para la fanzine “anarco-velista” The current’s against us. También hay una versión en italiano. Al traducirlo al castellano aproveché para añadir un parrafo sobre Julio Villar, navegante solitario vasco.  Puesto que es un artículo bastante largo, lo comparto también en pdf para poderlo descargar y leer offline:

vagabundos (968.2 KiB)

 

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vagabundos

Para sentirse anarquista no es necesario haber leído Bakunin, Kropotkin y Proudhon. Del mismo modo, no tienes porque ser un experto en literatura náutica para arreglarte un barco y llegar a ser un marinero trotamundos. Sin embargo me impresionó descubrir que muchos de los temas que más me interesan (la vida a bordo como una manera de salir de las coerciones de la sociedad, el hacerse a la mar con poco dinero, el auto-construcción de barcos, etc.) se tratan más o menos explícitamente en muchos clásicos de los navegantes más famosos.slocum

Incluso Joshua Slocum, el primer hombre en hacer una vuelta al mundo en solitario, en 1895, tuvo su barco de regalo (porque estaba prácticamente para tirar), y él mismo se lo reconstruyó, sin ayuda alguna. A pesar de su carrera profesionál de capitán de barco, cuando decidió empezar su famosa circumnavegación ni siquiera le quedaba el dinero para un cronómetro, y se conformó con confiar en la navegación por estima para la longitud, utilizando sólo un reloj barato para el tiempo aproximado y mediciones del sol al mediodía para la latitud. En muchos sentidos, era un bicho raro: en una época en la que los únicos a cruzar los mares eran buques mercantes, pesqueros, y de guerra (1), nadie podía imaginar que un hombre quisiera navegar por placer, mientras enfrentarse a una vuelta al mundo en solitario se podía considerar simplemente delirante.

En su libro “Sailing Alone around the World” Capitán Slocum escribe: A medida que me iba alejando desde el centro de la civilización, escuchaba cada vez menos comentarios sobre lo que sería y lo que no sería rentable. La señora Stevenson (2), hablando de mi viaje, no me preguntó ni una sola vez qué pensaba obtener de el. Cuando llegué en un pueblo de Samoa, el jefe no me preguntó por el precio del gin, ni cuanto hubiera podido pagar por un cerdo asado, sino que dijo “Dólares, dólares: el hombre blanco conoce sólo los dólares.” “No pienses a los dólares. La tapo preparó el ava; tomamos y disfrutámoslo” […] “nuestro taro es bueno; comamos. El arbol está lleno de fruta. Deja fluir el día; porqué tendríamos que lamentarlo? Hay millones de días a venir. El arbol del pan es amarillo en el sol, y el vestido de Taloa se obtiene desde el arbol de la ropa. Nuestra casa, que es preciosa, no nos costó nada más que el trabajo de construirla, y la puerta no tiene cerradura alguna”

Mientras los días fluyen tranquilos en estas islas sureñas, nosotros en el Norte estamos luchando por las necesidades más básicas de la vida. […] Ellos tienen una muy buena razón para amar a su País y temer el yugo del hombre blanco, porque una vez que lo tengan al cuello, su vida ya no será tan poética. (3)

Trenta años después, el yugo del hombre blanco ya estaba firmemente instituido sobre toda la Polinesia. Alain Gerbault, el primer francés a cumplir una circunnavegación en solitario, fue fascinado por la antigua sociedad tribal. Abrazó la causa de los nativos y utilizó su popularidad y sus libros para denunciar “la nefasta influencia de la civilización Cristiana sobre las razas primitivas.” (4).

En el 1929, de vuelta en Francia, este dandy provocador concluyó su best-seller escribiendo:

Si visitárais, como yo, muchos Payses, estaríais horrorizados por la increible pretensión del hombre blanco de imponer a los demás sus habitos y su extraña concepción de la existencia. Siempre fue así. Frente a los “conquistadores”, la civildad Inca desapareció, a pesar de ser el mejor modelo de organización social nunca alcanzado. La civildad Azteca acabó de la misma manera, aún que fuera ampliamente superior a los invasores en la sciencia de la astronomia y n el arte de la escultura.

A nosotros nos toca vigilar para que los Polinésios no acaben de la misma forma que las civilizaciones Caraíbicas, lo que sería una gran verguenza por la raza blanca, que no quiso entender cuanto estos nativos, felices y sin necesidades, fueran superiores en la sciencia del saber vivir.

Nuestra civilización no quiere aprender la lección que nos ofrecen estas tribus. A pesar de su desarrollo mecánico y scientífico, la felicidad individual está oprimida por un falso ideal: la conquista del dinero y de los placeres ficticios que este procura. Por eso ya está monstrando síntomas de declino, y desaparecerá como todas las otras civilizaciones.

Sin embargo, ultimamente, podemos percibir una pequeña luz de esperancia: mucha gente empieza a entender que la felicidad demora en un re-acercamiento a la naturaleza y en la eliminación de necesidades inútiles, lo cual constituye la única via para salvar nuestra civildad de la ruina. (5)

…Zerzan aplaudiría en éxtasis! Y este escrito es de 1928!

 

Alain Gerbault tuvo una vida llena de aventuras, pero breve. Incluso su inmensa fama no sobrevivió a la segunda guerra mundial. Sin embargo Marcel Bardiaux, uno de sus más grandes admiradores, fue tan inspirado por él que dedicó su entera juventud a entrenarse y ahorrar, para poder succesivamente construir un pequeño y sólido sloop, con el que realizaría la primera circunnavegación en solitario a passar Cabo de Horno de Este a Oeste. Al igual que su ídolo, él también era consciente de que “el verdadero bienestar no consiste en poseer mucho dinero, sino en saber como no hecharlo en falta…” (6)

Contrariamente a Gerbault, Marcel Bardiaux no tenía affición por el alcohol; al revés, cual convencido antitabaquista, vegetariano, y promotor incansable de las terapias naturales, siguió navegando en solitario hasta a los 88 años (cuando cruzó el Atlántico por cuadragésima vez, trás recorrer una impresionante estela de 400.000 millas náutichas: ¡más de 18 veces la circunferencia de la Tierra!).

Los dos volúmenes que publicó relatando su primera vuelta al mundo tuvieron un gran éxito, y le proporcionaron suficientes ingresos para poderse permitir la costrucción de un queche completamente de inox, concebido para resistir a cualquier condición meteorológica y precisar un mantenimiento mínimo (7). Sus posteriores escritos, sin embargo, no alcanzaron nunca el gran público: negandose a aceptar las censuras y los cortes que la editorial le quería imponer, resolvió imprimir sus libros de manera independiente y venderlos personalmente durante sus escalas. Bardiaux era demasiado radical y polémico para volverse un ídolo de las masas, y a pesar de sus excepcionales aventuras y su copiosa escritura, al final murió en soledad.

Animado por un terco espíritu de independencia, este navegante individualista, de caracter contundente, cultivaba un sentido agudo de la libertad, y hasta algo de sana misantropía:“Mi necesidad de liberdad me empujó a construirme un barco, en lugar de producir niños en serie […] Nuestro planeta ya está sobrepoblado, las tierras cultivables son cada vez más sepultadas bajo el hormigón; sería más listo ponerle un freno, a la natalidad, en lugar que alentarla”(8) O “Después de ocho años de independencia [su primera circumnavigación], no puedo más volver al rebaño, siguiendo ciegamente y sin una razón la oveja delantera, balando al sonido del silbato, dejándome morder por los perros, pasivo frente a la prohibición de todo lo que es saludable y exaltante.” (9)

En 1955 Marcel Bardiaux hizo una secala a Port Louis (Mauritius), y el joven Bernard Moitessier fue a visitarle para enseñarle su nueva Marie Thérèse II, la yola que acababa de construir, trás el hundimiento de su primer junco en el atolón Diego García, tres años antes. Bardiaux pensó que ese velero era “el exacto opuesto de mi concepción de barco ideal” (10) y habló a Moitessier de su proyecto de construir un yate completamente en acero inoxidable (7). Tres años más tarde, navegando entre Santa Elena y l’Ascensión a bordo de Marie Thérèse II, Moitessier se percató que su palo mayor y su casco ya estaban podridos, y se arrepintió de su “trabajo chapuzero”:

Esta vida libre con la que siempre soñé, nunca será una vida libre. No con este barco, por lo menos, teniendo que pasar el tiempo, en cada puerto, a realizar laboriosas tareas de “reparación estructural”para mantener vivo un casco que inexorablemente, poco a poco, acabará adonde acaban los cangrejos muertos… […]Ya pienso en mi próximo barco… pienso en la idea que Bardiaux me sugirió, a las Mauritius, de un barco en acero inoxidble […]una casa flotante que duraría para el resto de mi existencia, precisando muy poco mantenimiento, casi ninguno, y que me permetiría de dedicarme más a lo que me gusta, sin tener que prostituirme cada vez que llegue a tierra. (11)

Quiero subrayar aquí la utilización por parte de Moitessier de la expresión “prostituirse” como metáfora radical de “encontrar un trabajo asalariado”. Sabía muy bien de que estaba hablando, ya que acababa de pasar dos años en Sur Africa “trabajando como un condenado” para financiar su viaje. Sin embargo no se dedicó nunca dos veces al mismo oficio, “porqué uno de los aspectos de mi carácter es de evitar siempre la especialización, prefiriendo una padronancia suficiente de cuantas más actividades posibles.” (12) Además de ser un talentoso escritor, el navegante vagabundo por antonomasia fue también un gran pescador en apnea y un campeón de natación; experimentó la permacultura en los atolones, la costrución naval de todo tipo (incluso trató de hacer un barco de papel maché!), y trabajó en los sectores más diversos, desde director de una plantación hasta a carpintero, mecánico, vendedor puerta a puerta, maestro de vela, etc.

En los años cincuenta, junto con su gran amigo Henry Wakelam (otro navegante solitario trotamundos, y guru de la auto-construcción) fue entre los primeros navegantes “de recreo” a utilizar cabullería de fibra sintética: obtenían hilos desarmando cachos de amarras tirados a la basura por los balleneros, y los trenzaban hasta a obtener drizas!

Los dos amigos se volvieron increiblemente hábiles en reciclar y buscarse la vida, mientras su disinhibida alimentación no despreciaba cormoranes y penguinos cazados con tirachinas, y hasta las latas para perros tenían cabida en su cambusa… Todo estaba admitido, con tal “de realizar aquel sueño que tantos hombres cultivan con cariño en el más profundo de su corazón: hacerse a la mar rumbo a horizontes desconocidos, dejando atrás los chantajes de la vida en sociedad.” (13) Porque “en alta mar, si, hay libertad, una libertad completa, inmensa como el océano sobre el que navega Marie Thérèse II, una libertad bella y pacífica como el cielo estrellado que contemplo por la noche.” (14)

En el 1969, Bernard Moitessier se volvió una leyenda viviente: a pesar de ser el primer navegante solitario en completar una vuelta al mundo sin escalas, en lugar de volver a Inglaterra (adonde seguramente hubiera recibido el primer Golden Globe y el título nobiliar ofrecido por la reina) decidió más bien poner rumbo otra vez hacia el Cabo de Buena Esperanza y el Cabo Lewin, y finalmente aterrizó en Tahiti, realizando casi dos tercios más de circunnavegación por segunda vez. Los periódicos difundieron el mensaje que Moitessier tiró con su tirachinas a un buque con el que se cruzó: “Siguo sin escalas hacia las islas del Pacífico, porque en el mar estoy feliz, y a lo mejor también para salvar mi alma

La vida y las obras literarias de Bernard Moitessier marcan un waypoint fundamental en la construcción identitaria de los “vagabundos del mar”: “Soy un ciudadano de la nación más bella del mundo. Una nación cuyas leyes son duras pero sencillas, una nación que no traiciona nunca, que es inmensa y sin confines, adonde la vida se vive en el presente. En esta nación sin limites, hecha de viento, luz y paz, el único que dicta ley es el mar”.

Muchos jovenes quedaron fascinados por esta filosofía tan absoluta y sin compromisos… entre los que que abrazaron este ideal, los más conocidos son probablemente Gérard Janichon y Jérôme Poncet.

Tenían tan solo diecinueve años, en el 1968, cuando fueron a conocer Moitessier para comentarle su proycto de una ambiciosa circunnavegación que pasaría tanto por el círculo polar Ártico como por el Antártico… Un año después, los dos amigos zarparon para un viaje de cinco años a bordo de su cutter de 10 metros. Para concretizar su sueño, navegaron 55.000 millas, la mayor parte de las cuales por latitudes extremas. “Partir, pretender dejar todo a sus espaldas recién salidos de la adolescencia, era dar deliberadamente una dirección (y también un sentido profundo) a nuestras vidas, aceptando de ser apartados, paria para algunos, objeto de envidia para otros. Teníamos que estar seguos de preferir siempre los senderos pocos transitados a las careteras asfaltadas. […] En nuestro espíritu, la vuelta al mundo no era una escapatoria, sino una solución, una respuesta. Veníamos de la clase media, y romper las cadenas de las coerciones burguesas no era tan fácil como podría parecer. Queríamos volvernos gitanos. Gitanos del océano. Un gitano lo es por nacimiento. No necesita explicar su libertad, su concepción de felicidad. Sin embargo nosotros teníamos que justificar la nuestra:

“Somos jovenes pero animados por una fé. La convicción de que sólo a través del viaje y del mar nos podremos realizar. Nos parece vano y demasiado fácil definirse como hombre entornillando una tarjeta a la puerta de un piso comprado con una hipoteca de 20 años.”

Gérard y Jérôme construyeron un barco y zarparon rumbo hacia los hielos, no como hazaña deportiva, sino “Para crear una vida como la que hubiéramos querido vivir.” Porque “La libertad, probablemente, o lo que más se le parece, está por el lado del horizonte cuando lo empujamos cada vez más allá. Pero la libertad, como todo lo demás, hay que aprenderla; hace falta una iniciación. Redescubrimiento de valores auténticos, esenciales. El hombre procede del mar, es lógico que quiera volver a el. Hoy más que nunca, aún que sea para renegar el reino del artificio y de los falsos valores que acaban forjándole una mascara.” (15)

En el 1974, Gérard Janichon publicó un libro sobre este viaje, que vendió más de 150.000 copias. Siguió navegando y viviendo aventuras, y al día de hoy es un novelista de éxito.

mistral-bnOtro auténtico vagabundo del mar que zarpó en el 1968, fue el joven vasco Julio Villar. Lo hizo como si nada, en un velerito de 7 metros que no desplazaba ni una tonelada, y sin experiencia previa de navegación. Su vuelta al mundo, un periplo durado 4 años, tampoco fue encarada como un desafío deportivo, y a pesar de ser el primer español en realizar una circunnavegación en solitario, nunca se le dió el bombo que se le hubiera dado en otros paises. Su viaje fue más bien un aventura del espíritu, una busqueda filosófica de la libertad absoluta, y dió origen a un relato muy lírico, el libro ¡Eh, Petrel! (22), que empieza así:Me voy. Largo amarras. La vida es mia y la tomo por la mano para irnos por ahí. Dejo atrás todas las cosas que no me gustan. Las cosas absurdas. Los señores que prometen con gestos paternales, los sistemas que envuelven y que hipotecan las alegrías de la vida.”

Su exégesis de la auténtica libertad pasa por un lento proceso catártico:Me voy liberando poco a poco de todo aquello que fui viendo y aprendiendo en aquellos años del colegio. Sin darme cuenta voy superando aquellas taras que sembraron en mi, y me voy escapando de aquellos temores y de aquellos escrúpulos absurdos para volverme a la naturalidad del hombre que debo ser. […] Mi alma se va limpiando. Y cuando miro hacia adelante sólo veo un horizonte despejado por el que me gusta andar descalzo y libre, como un pájaro.”(23)

Durante las largas travesías, o en sus escalas al estilo Robinson Crusoe, Villar hace de su soledad el instrumento clave para volver a una naturaleza ancestral; sin embargo, en enclaves de marineros trotamundos como el puerto de Papeete o el de Durban, disfrutará mucho también de los encuentros con gente afín:

Un grupo de pequeños barcos se ha instalado en un rincón del puerto. […] Es como un campamento de gitanos. […] Es algo hermoso de ver, todos estos barcos, tan variados, tan pequeños algunos, pintados de tan inesperados coloridos. Hay un ambiente que recuerda el circo. […] Es bonita esta vida. Y este ambiente extraordinario. Flota en el aire estival una sensación de vacaciones continuas y de libertad sin condiciones. Me gustan estas charlas en las que se mezclan todas las lenguas y todos los acentos imaginables. Me gustan estas dulces borracheras que se fraguan algunas noches y que duran hasta al amanecer. […] ¿Somos hippies?, ¿gitanos?, ¿vagabundos del mar? No sé. No tenemos nombre. Andamos por el mar.” (24) En estas lineas se nota como ya iba tomando forma, en 1970, la identidad colectiva de los nómadas del mar: apátridas, poliglotas, vividores, aventureros y naturalmente (para que no falte la expresión favorita de la prensa actual) antisistema. “En estos tiempos de ensayos atómicos, de acumulaciones de armas, de consumo exhaustivo e inconsciente de los recursos de la tierra, el hombre se convierte en el ser más improbable que existe.” (25)

Después de varios años de moverme en libertad,viviendo sin forzar el ritmo de los días, cara a cara con la luz, tomándome todo el tiempo necesario para mirar a la naturaleza y para estar conmigo mismo… me vuelvo a Europa, la superpoblada, la llena de falsos dioses y de vertiginosas ambiciones. […] Me entra temor de moverme de nuevo entre esta sociedad de almas uniformes, de ambiciones conducidas, de mecanización y gregarismo.” (26) La bonita aventura de Julio Villar a bordo de su velerito “Mistral” llegó a su fin en 1972, cuando Julio tenía 29 años. Desde entonces, el hombre volvió a sus montañas, mientras el “Mistral” sigue amarrado en el puerto de Barcelona, y parece mentira que un barco tan sarcásticamente pequeño tenga más de 38.000 millas en su corredera.

En 1974, dos años trás la vuelta del “Mistral”, desde Europa zarpaba otro veinteañero que consagrará su vida al nomadismo náutico, el “senegallois” (francés criado en Senegal) Vincent Bonnet, apodado Goudis. Inspirado por aventureros como Henry de Monfreid y Jack London, Goudis empezó sus peregrinaciones con 40 dólares en el bolsillo y unas cuantas botellas de tinto en la cambusa. ¡Sólo en 2001 puso rumbo de vuelta a Francia, trás 25 años de aventuras! Sus escritos autobiográficos son una excitante secuencia de travesías, pesca en apnéa, estampidas desde la policía y los funcionarios de aduanas, historias de amor, naufragios, piratas maleses, exploraciones de pecios para reciclar material náutico, etc… El pentagrama de su sinfonía siempre es el mismo: ni pasta en los bolsillos, ni documentación en regla, y eso sí: un montón de ejercicio a la bomba manual de sentina. “Cuantos menos recursos tendremos para ello, tanto más el viaje será fructífero, interesante. […] Sufrimos cada vez más de una atrofia mental causada por la profusión de las “ayudas a la navegación” […] La mitad de los marineros de recreo ignora la disciplina d maniovrar sin motor, o sin una radio.” (16)

De vez en cuando “Una vocecita me dice que tener siempre las uñas sucias, los bolsillos vacíos y un barco que se cae a pedazos, después de tantos años es un precio muy alto que estoy pagando para mi passión por los vastos horizontes ” (17) Sin embargo “No me arrepiento ni me arrepentiré nunca de mi flirt con el agua salada. La Mar me enseñó sus partes más íntimas, cuando era niño, por las costas Africanas; me dejó acariciar largamente su cuerpo en perenne transformación. Me abofeteó, a veces, en sus iras de amante selvaje. Sin embargo el agua salada es la inspiración fundamental de mi vida, la que me permitió de evadir los agobios que atormentan a la gente en tierra.”(18) Por eso, después de pasar 15 años viviendo en el campo por el sur de Francia, donde se construyó dos bonitas casas de piedra, Goudis volvió a ceder a la tentación del viaje, y con sesenta años se hizo nuevamente a la mar, rumbo a las islas del Pacífico.

En su libro más conocído, Bleu Sauvage, Goudis cita Sterling Hayden (que fue, antes que actor, un verdadero aventurero y un gran navegante): “Para ser verdaderamente estimulante, un viaje -como la vida- tiene que reposar sobre sólidas bases de incertidumbre económica. De otra forma, se reduce a una tremenda rutina, del tipo conocido a los domingueros que juegan con sus barcos en el mar… náutica de recreo, la llaman. Viajar, sin embargo, es prerrogativa de los navegantes, y de los vagabundos del mundo que non pueden, o no quieren, pertenecerle.” (19)

 

Una vez más, estamos entre vagabundos de altura… En el contexto de los movimientos sociales y ecologistas de los últimos años sesenta, la llamada de Bernard Moitessier para un mundo mejor y un estilo de vida más próximo a la naturaleza llegó hasta a presagiar -con su estilo típicamente ingenuo- una comunidad de hippies del océano (o, en terminos a mi más cercanos, un colectivo de piratas postcapitalistas) fondeados cerca de una isla utópica:

“Algún día, tendremos pequeños walkie-talkie a pilas, pequeños como un paquete de cigarrillos, y con un alcance de miles de millas, así que los amigos podrán comunicar entre ellos sin recurrir al boca a boca… Eh, guapo, somos ocho barcos, estamos fondeados en un rinconcito verdaderamente tranquilo, cinco parejas tienen cada una un hijo, las otras tres decidieron no tener, pero es como si todos tuvieramos cinco niños, y los cinco hijos únicos tenen cada uno 4 entre hermanos y hermanas. Vente con nosotros… -¿Y qué haceis en ese rinconcito tranquilo? – nada, vivimos, simplemente, hemos plantado cosas en la tierra y crecen, patatas, zanahorias, ensalada, desparramamos por todos lados las semillas de nuestras plantas, las pequeñas hojas en forma de mano ya crecen! Y tenemos libros del mundo escritos por auténticos sabios. Vente, desde que estamos juntos ya no tenemos que pronunciar más la palabra “dinero”, estamos bien, al calorcito, deja los demás, no te preocupes por ellos, los demás nos alcanzarán, antes o después, si querran, ya verás. ¡Venga, vente!” (20)

La profecía de los teléfonos móviles se cumplió. ¿Se cumplirà también la de una comuna flotante?

Naturalmente, desde los años sesenta, mucha más gente decidió vivir en un barco de vela, buscando la libertad en el mar. Esta cultura es todavía muy viva, especialmente en Francia, adonde en cada puerto se encuentra algún personaje de este palo (con su barco old-school, y la típica cúpola de metacrilado…). Además, últimamente, cada vez más peña del entorno okupa se está procurando un barco, cansados de tanta represión y en búsqueda de un estilo de vida un poco más sano… Cerca de Brest, hace un mes, llegaron hasta a okupar un edificio con anexo un varadero, el primer centro social concebido para reparar barcos (21)… ¿Estamos por asistir a una especie de proliferación de T.A.Z anarco-náuticas? ¿El ideal del nomadismo oceánico continuarà a crecer y a desarrollar una identidad propia como lo hizo en tierra el movimiento traveller en los ’80? ¿Habrán puertos okupados, encuentros y festivales por todos los mares? Asociando las últimas tecnologías con el antiguo arte de la navegación, lograremos hacer brotar las semillas de una utopia náutica? ¿Llegará a haber una comunidad nómada con asientamientos en las islas más remotas? ¿Un network flotante de vagabundos del mar, herederos de la tradición bucanera, que conpartan ideas y recursos?

En el siglo pasado, Gerbault, Bardiaux, Moitessier, Janichon, Villar y Goudis representaron unos remarcables ejemplos de pensamiento critico y libertad aplicada.

Dejémonos inspirar…

Ari-Atoll,-Maldives

 

Notas:

1) La náutica de recreo ya existía, los primeros yacht club de hecho remontan al XVIII siglo; sin embargo se trataba de un actividad reservada a la más alta aristocracia… y naturalmente los lujosos veleros eran gobernados por una tripulación profesional!

2) La viuda de Robert Louis Stevenson, que Slocum encontrò a Upolu, Samoa.

3) Desde “Sailing Alone around the World” -Capt Joshua Slocum- Penguin Classics, página 138. (trad. personal)

4) Desde “L’Evangile du Soleil” – Alain Gerbault- Fasquelle Editeurs 1932, página 198. (trad. personal)

5) Desde “L’Evangile du Soleil” – Alain Gerbault- Fasquelle Editeurs 1932, pagina 214. (trad. personal)

6) Desde “L’École de la Vie (1910/1994)” – Marcel Bardiaux– pagina 103. (trad. personal)

7) Este ketch, llamado Inox, merecería un entero artículo: fue construido sin compromisos siguiendo el ideal de un barco insumergible y que durara para siempre. Costó 6 años de trabajos inhumanos, y es el más ambicioso proyecto de autocostrución naval del que haya nunca escuchado, junto con la recostrución del Nahoon llevada a cabo por Henry Wakelam. Cincuenta años y 360.000 millas trás su lanzamiento, Inox sigue navegando…

8 ) Desde “L’École de la Vie (1910/1994)” – Marcel Bardiaux– página 176. (trad. personal)

9) Desde “Entre deux tours du monde” – Marcel Bardiaux, 1979– página 16. (trad. personal)

10) Desde “Au 4 Vents de l’Aventure, Par le quemin des Écoliers” – Marcel Bardiaux, Flammarion, 1958; Arthaud 1998– página 251. (trad. personal)

11) Desde “Vagabond des Mers du Sud” -Bernard Moitessier -Flammarion, 1960; Arthaud 1988. Página 200/201. (trad. personal)

12) Desde “Vagabond des Mers du Sud” -Bernard Moitessier -Flammarion, 1960; Arthaud 1988. Pagina 118. (trad. personal)

13) Desde “Vagabond des Mers du Sud” -Bernard Moitessier -Flammarion, 1960; Arthaud 1988. Página 218. (trad. personal)

14) Desde “Vagabond des Mers du Sud” -Bernard Moitessier -Flammarion, 1960; Arthaud 1988. Página 164. (trad. personal)

15) Desde “Damien autour du monde” – Gérard Janichon- Arthaud,1973; Transboreal 2010. Página 17/18. (trad. personal)

16) Desde “Bleu Sauvage” – Vincent Goudis – Albin Miquel 1991. Página 121. (trad. personal)

17) Desde “Cap’tain Vagabond” – Vincent Goudis – Albin Miquel 1997. Página 94. (trad. personal)

18) Desde “Heureux qui, comme Goudis…” – Vincent Goudis – Página12. (trad. personal)

19) Desde “Bleu Sauvage” – Vincent Goudis – Albin Miquel 1991. Página 122. (trad. personal)

20) Desde “La longue route” -Bernard Moitessier- Arthaud 1986. Página 210. (trad. personal)

21) La okupa se llamaba Moulin Mer y duró desde enero 2013 hasta a abril 2014

22) “¡Eh, Petrel!” -Julio Villar- Editorial Juventud 1972 (hoy a sus doceava edición, ISBN: 978-84-261-5671-6)

23) Desde “¡Eh, Petrel!”-Julio Villar- Editorial Juventud 1972. Página 22.

24) Desde “¡Eh, Petrel!” -Julio Villar- Editorial Juventud 1972. Página 192 y 193.

25) Desde “¡Eh, Petrel!” -Julio Villar- Editorial Juventud 1972. Página 175.

26) Desde “¡Eh, Petrel!” -Julio Villar- Editorial Juventud 1972. Página 227.

 

 

 

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  1. Presentación del proyecto RECLA-MAR |

    […] de papel… Porque el mar y los veleros no son solo un lujo para pijos y privilegiados, al revés: los navegantes que mejor supieron entender la mar hablan claramente de su rechazo hacia una sociedad coercitiva y consumista. Porque la vida a bordo […]

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