Este año le hemos metido mucha caña a L’Alliance. Hemos avanzado mucho más que los otros dos veranos, y trás 5 meses consecutivos de esfuerzos el barco ya se parecía más a un velero que a una escultura de hierro… El casco bien pintado, la cubierta completamente renovada, el acastillaje de vuelta en su sitio, los palos totalmente revisados al igual que todo el aparejo hasta los candeleros y las hileras. También el molinete del ancla, revisado, volvió a proa con los 70m de cadena del 12 en su nuevo tambucho y el ancla en su nueva roldana.
En el interior, mientras tanto, el motor volvía en su sitio, alineado y con todos sus sistemas (enfriamiento, escape, aeración, electricidad y comandos, prensa estopa y eje del élice nuevos…) También el sistema de gobierno fué completamente renovado: la pala del timón volvió en su lugar con cojinetes nuevos, el pistón fué reparado y todo el sistema hidráulico substituido. Se substituyeron también todas las llaves de paso de los pasacascos; la sonda y el loch volvieron en su lugar al igual que las bombas de sentina.
En fin, todas las funciones vitales reanudadas, L’Alliance estaba lista para volver a su elemento natural. Con gran emoción, después de 11 meses de duros trabajos (a lo largo de 3 años) la vimos flotar por primera vez. La bautizamos según tradición, rompiendo en su proa una botella de cava, y todos nuestros amigos del varadero participaron a la ceremonia. Pero los trabajos tenían que seguir, cada vez más a contrarreloj: envergar las velas, estibar el material de seguridad, acabar la instalación eléctrica provisional, y también desarmar el campamento en el que vivimos los últimos 5 meses y organizar la logística para traer de vuelta vehículos y herramientas a Barcelona. Porque nuestro plan era sencillo: navegar hasta a Barcelona en cuanto se pudiera, para poder ir reconstruyendo todos los interiores en un clima más temperado.
Al otro día de vararla, salimos con L’Alliance para hacer la primera prueba en mar: la proa cortaba las olas como un hacha, así como siempre soñamos… Completamente vacía, el motor la empujaba facilmente a 6 o 7 nudos, y parecía mentira ver finalmente desfilar los chalets a lo largo del gran avanporto de Gruissan. Pero el jubilio duró poco: el motor que tanto trabajo y dinero nos había costado, y que considerábamos como nuevo, a la hora de la verdad nos traicionó. Unas vibraciones raras, unos ruidos poco ortodoxos y… la cabeza de un tornillo salió disparada desde el volante de inercia… Algo chungo e imprevisto estaba pasando. El viaje a Barcelona se tuvo que aplazar: ya no quedó más remedio que volver a sacar el barco del agua, y dejarlo en las manos de los mecánicos del varadero. El tiempo a nuestra disposición se había acabado, y tuvimos que cruzar la frontera por tierra, para ir a cumplir con nuestros compromisos de trabajo.
Ahora estamos en una situación algo deprimente, teniendo que confiar en manos ajenas para que nos solucionen el problema al motor, y con la perspectiva de hacer el traslado a Barcelona por el invierno. ¡Por asomo, mientras tanto, ya habíamos pagado el amarre a Port Ginesta a partir de octubre y para un año entero!
1 comment
cristina colantonio
October 5, 2013 at 7:36 pm (UTC 0) Link to this comment
Bueno,un tropezón no es caida,Un esfuerzito mas y luego al mar!!!Vamos todavia!!!.