“Pasaban las semanas. No veíamos la menor señal ni de barco ni de desperdicios flotantes que pudieran indicarnos la existencia de otros seres humanos en el mundo. El mar entero era nuestro y, con todas las puertas del horizonte abiertas, verdadera paz y libertad descendía sobre nosotros desde el firmamento. Era como si el fresco sabor salado del aire y la pureza azul que nos rodeaba nos hubieran lavado el cuerpo y el alma.” Thor Heyerdahl en La expedición de la Kon-Tiki, 1951